domingo, 21 de agosto de 2016

Algunas cosas que te indican que estás empezando a madurar



Tus tintes de pelo cada vez son más claros. Es cuestión de tiempo ser rubia: lo sabes y te gusta.

Los niños y las niñas te llaman señora y sus madres sonriéndote les dicen, no molestes a la señora.

Tu ropa interior es negra desde hace algunos años y de pronto has empezado a incluir de nuevo el color.

Lloras cuando te da la gana y no te importa que te vean. 

Comienzas el diario por Internacional y le encuentras todo el sentido del mundo a las películas de la guerra civil española.

Los boleros te aburren y bailas ópera descalza en las mañanas calurosas de verano.

A menudo te sientes mejor sola que acompañada.

Toleras lo cercano al corazón y te sacan de quicio las aberraciones, sean del tamaño que sean.

Los días de lluvia te germinan, el sol te parece que sale siempre por Antequera y la luna te es propicia, crezca o se desvanezca.

Incluyes pescado en las comidas y le has pillado el punto a las lentejas de verduras.

Rebajas el estrés con el aire acondicionado de los supermercados y te alegras el día que recibes el cheque ahorro.

Pintas la casa, te sientes orgullosa al contemplar el blanco de la pared y te la suda triunfar de otro modo.

Sabes que cuando anhelabas la fama y el reconocimiento en los libros de texto fue para huir de los idiotas del cole que pensaban que por jugar a juegos en los que se suda las chicas eran monstruos.

Adelgazas la ironía para no ofender y caes en algunas trampas de la trascendencia.

Has descubierto al fin que el amor romántico no es la meta, ni el sexo una condición especial de la técnica y que la felicidad conduce por otra vereda.

Hay días en los que aceptas que no puedes cambiar el mundo.

Te duele en el alma que la actriz que encarnó a la Caponata muera.

Empiezas a ser consciente de tu respiración y en breve vas a practicar meditación.

No esperas nada, caminas a ver qué pasa.

Te levantas en el cine antes de que acaben los títulos de crédito aunque te sigue fastidiando que en la tele los corten.

Hablas sola y no entra en tus planes hablar con Dios un día.

Piensas en adoptar niñas, niños, pero no todavía.

Lees libros de ensayo y libros sagrados de todas las culturas que caen en tus manos.

Cada día valoras más la etimología y cómo construye las frases la gente.

La regla es uno de los mejores inventos de la naturaleza, deseas que el cosmos de tu genética te la conserve muchos años.

Sabes que en los pequeños gestos y en el silencio anida la grandeza de la persona.

Intuyes que la mayor grandeza es saber desaparecer a tiempo.

Tu risa cada día es más escandalosa y placentera.

Es tan corto el ahora y has perdido tanto tiempo en el ayer y en el mañana, que ya no quieres saber nada ni de melancólicos ni de videntes.

Sientes que estás preparada. ¿Para qué? No lo sabes y qué.

Te sobran todos los adverbios, la mayoría de adjetivos, gran parte de las conjunciones adversativas -las negativas- y sobre todo las conjunciones causales porque porque porque porque...

En tu escala de valores gana puestos la sensatez y la locura solo emerge en contadísimas ocasiones, la última vez que se manifestó fue el día del fin del mundo.

Ya no quieres saberlo todo. De hecho, hay tantos días en que no quieres saber nada que amanecer es el mayor milagro.

Sabes que solo has despertado a ratos, a ratitos.

La gente depresiva ya no te parece misteriosa.

Los quejicas te ponen a parir y los mentirosos te hacen gracia si no te afectan.

Menos es más y lento es rápido, aunque no lo parezca.

Ser, representar y parecer no son lo mismo y ya no te engañan.

A veces te quedas en silencio y te encanta que no pase nada.

Sabes que tienes tanto que agradecer y a tanta gente que confías que se den por aludid@s en este paraverso.

Saboreas las miradas de verdad y sabes que tu mayor tesoro es el album en el que albergas 'las mejores miradas que le han dedicado a Laura'.

Soportas mucho peor la hipocresía y celebras la autenticidad y la espontaneidad.

Amas sin ton ni son a los niños, a las niñas, a las abuelas y a los abuelos y sabes que las tuyas velan por ti allá en lo alto.

Cumplir años es una de las mayores alegrías del calendario, después de comprobar que sigues jugando al baloncesto mejor que cuando tenías quince años.

Algunas diferencias las arreglarías a hostias y luego compartirías cerveza, sin acritud.

Crees con mayor fuerza, si cabe, en el poder del perdón, en el poder de la verdad y en el poder de la reconciliación aunque no te engañas: el mundo sería un lugar más sano sin algunos infectos seres humanos.

Oras en cada poema por la redención de tu alma para que cuando tú no seas tú, quien la herede sepa que la cuidé.

Distingues entre sinceridad y honestidad, y puestas a escoger, te quedas con la primera.

Sabes que no eres la mejor persona del mundo aunque siempre andes intentándolo por no se sabe qué estúpidas razones y creencias, pero tampoco eres la peor aunque no te avergüence reconocer tus miserias, que mira que son feas cuando asoman.

Benditos sean los momentos frívolos que nos relajan de la insoportable intensidad del trascender.

El tiempo es el rey y la generosidad la reina, aunque no siempre se avengan.

Eres fan de la ligereza y la liviandad.

La belleza procede del horror y da paz, es curioso.

Los conflictos en la ficción, lejos.

Mejor conservar la tierra que la revolución.

Qué pocas cosas son importantes en dónde vives, pero anda que no eres capaz de cualquier cosa por ellas.

(To be continued)


Foto de Gertrudis Losada